Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, celebra 30 años desde su lanzamiento


Pulp Fiction, de Quentin Tarantino ofrece una lección magistral de cine, utilizando su estilo característico para reimaginar el género policíaco a su manera.

Desde el inicio de la película, la definición literal de “pulp” en la pantalla – “una masa de materia blanda, húmeda y sin forma” – es una pista del tipo de historia grotesca y violenta que está por venir.

La escena inicial, en la que accidentalmente se esparcen restos humanos en la parte trasera de un Chevy Nova de 1974, captura el tono irreverente de la obra.

La inclusión de esta definición es un guiño al amor de Tarantino por el cine de explotación y la cultura marginal, como los libros de bolsillo baratos y las películas de serie B que siempre existieron fuera de la corriente principal.

Pero esta no sería una película típica para competir en el Festival de Cine de Cannes; sería la ganadora de la Palma de Oro.

Con Pulp Fiction, Tarantino mostró una arrogancia segura que indicaba que sabía exactamente el impacto que tendría la película.

Ganadora del Oscar al mejor guion original y convertida en un fenómeno cultural, la cinta transmite la confianza del director.

Desde el momento en que una pareja planea robar un restaurante hasta los créditos iniciales acompañados del rugiente rock de Misirlou, la película irradia energía, como si fuese el riff de Smells Like Teen Spirit de Nirvana.

Tarantino es tanto arquitecto como alquimista en su narración. La estructura acronológica de Pulp Fiction, que entrelaza tres historias aparentemente desconectadas, crea una narrativa mucho mayor que la suma de sus partes.

Al combinar influencias del cine europeo, como Jean-Luc Godard, con la crudeza del cine de explotación, Tarantino encuentra una sofisticación única, aunque se rehúsa a elevar el género policial a un nivel más «intelectual».

La verdadera innovación de Pulp Fiction es su diálogo. Lejos de seguir los códigos estilizados del cine de género, los personajes de Tarantino mantienen conversaciones aparentemente banales y cotidianas que agregan una dimensión inesperada.

Los sicarios Vincent Vega (John Travolta) y Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) hablan de temas triviales como la comida rápida en Europa y series de televisión mientras esperan cumplir su violento encargo. Estas conversaciones son clave para humanizar a personajes que, de otra manera, serían simples estereotipos del cine negro.

Un momento clave es la escena en el restaurante temático Jackrabbit Slim’s, donde Vincent y Mia Wallace (Uma Thurman) disfrutan de una noche juntos.

El ambiente kitsch del lugar, con sus imitadores de celebridades, y la química entre los personajes de Travolta y Thurman son fundamentales para que esta escena sea una de las más memorables de la película. La famosa escena del baile revive la imagen de Travolta como ícono de Fiebre del sábado noche, con un toque irónico.

Las siguientes historias, como la de Butch (Bruce Willis), un boxeador traicionado, y la limpieza de un desastre sangriento en The Bonnie Situation, pueden no ser tan electrizantes por sí solas, pero el contexto en el que se insertan dentro de la película les otorga un peso dramático acumulativo.

La historia de Jules y su epifanía espiritual al final de la película cierra el círculo de manera inesperada y conmovedora, mostrando el lado más filosófico de Tarantino.

Pulp Fiction no solo redefinió el cine de los años 90, sino que consolidó a Tarantino como un maestro en la creación de cine de culto. Incluso cuando busca profundidad emocional, la película nunca pierde su toque irreverente y violento que la convierte en una obra maestra del cine moderno.